domingo, 13 de septiembre de 2009

De la tierra a la luna - La verdadera historia Parte II

El aterrizaje de la misión Apolo 11 en el Mar de la Tranquilidad fue caracterizado por la singular "serenata" de sonidos – que asemejaban los silbidos de un tren y ruidos de maquinaria – que interrumpieron el canal de comunicación segura entre el Módulo de Excursión Lunar y CAPCOM en Houston, haciendo que este último preguntara a los astronautas "si tenían compañía allá arriba".Existe también la creencia muy arraigada, aunque totalmente carente de mérito, de que la misión Apolo 13 (inmortalizada por la película del mismo nombre protagonizada por Tom Hanks) casi fue destruida por un haz de energía disparado por un OVNI contra el módulo de servicio. No obstante, "algo" ha disparado contra nuestros astronautas: un objeto parecido a un proyectil, con una rapidez inverosímil para las condiciones lunares, surcó el espacio justo sobre las cabezas de David Scott y James Irwin de la misión Apolo 15, mientras que los tripulantes de la Apolo 16 fueron sorprendidos por el destello de un haz de luz en el cielo negro de nuestro satélite. Más alarmante aún fue el encuentro cercano con lo desconocido que tuvieron los astronautas Gene Cernan y Harrison Schmitt: una fuerza invisible hizo explotar la antena de alta ganancia en su vehículo lunar. La transcripción de las comunicaciones entre los exploradores lunares y el módulo de mando, que permanecía en órbita, sigue siendo un misterio hasta la actualidad. Los astronautas en el coche lunar dicen: "Sí, explotó. Algo voló sobre nosotros justo antes... todavía..." mientras que el otro responde: "¡Dios! Pensé que nos había impactado un... un... ¡miren aquello!" El intercambio entre los astronautas queda interrumpido por la voz lacónica del control en Houston, asegurándoles que otras misiones han experimentado el mismo fenómeno. Según declaraciones hechas por el doctor Farouk El-Baz, el prestigioso geólogo de la NASA, los extraños objetos debían ser catalogados como OVNIS, puesto que no existían naves soviéticas ni estadounidenses capaces de alcanzar velocidades tan vertiginosas.

En diciembre de 1969, el físico nuclear Glenn Seaborg, quien ejercía el cargo de presidente de la Comisión de Energía Atómica de los EE.UU. (AEC), manifestó durante una visita a Moscú que la misión Apolo 11 había descubierto "huellas sospechosas" en la cara oculta de la Luna... huellas que parecían haber sido hechas por alguna clase de vehículo. Esta declaración no sorprendió en lo más mínimo a mucha gente, especialmente los astrónomos encargados de catalogar los "fenómenos lunares transitorios" y la aparición y desaparición de distintivos extraños en la superficie de nuestro satélite. Desde el siglo XVIII, la comunidad astronómica venía interesándose por las luces que podían ser vistas en ciertos cráteres y en los "mares" lunares. A lo largo del siglo XIX, el cráter Aristarco hizo gala de luces blancas de gran brillantez que fueron descartadas como ilusiones ópticas hasta que un grupo de observadores las vio despegar de la superficie del cráter. Este cráter, altamente visible desde la Tierra, siguió siendo una fuente de actividad extraña hasta bien entrada la década de los '60.
Pero los eventos de alta extrañeza no estaban circunscritos al cráter Aristarco: el cráter Platón – uno de los más visibles a simple vista de la Tierra – reveló luces parecidas a la de una procesión de vehículos, y los tripulantes del Apolo 8 habían hecho la observación de que el Monte Pickering, situado entre los cráteres Messier y Pickering, parece emitir haces de luz. Todo esto parecía indicar que lo escrito sobre este cuerpo celeste supuestamente muerto estaba equivocado, o que sus "inquilinos" estaban sumamente atareados.A mediados de los '70, con el programa espacial tripulado de los EE.UU. en situación de inactividad, aguardando la llegada del transbordador espacial, y con el recuerdo de las misiones lunares desapareciendo paulatinamente de la memoria del público, varios antiguos empleados y asesores de la NASA comenzaron a formular sus propias opiniones sobre lo que habías sucedido a un cuarto de millón de millas de la Tierra durante los lanzamientos del proyecto Apolo. La prensa ovnilógica de aquellos días inevitablemente publicó notas extensas sobre las conversaciones sostenidas entre los astronautas y el control de tierra, haciendo hincapié en los incidentes anómalos y fenómenos extraños e inesperados.
El doctor Maurice Chatelain, antiguo jefe de comunicaciones de la NASA, expresó la creencia controvertida de que tanto las misiones lunares soviéticas como estadounidenses habían sido "vigiladas" por ovnis. Los autores civiles también manifestaron su parecer al respecto con sugerencias atrevidas, pero ninguna tan sorprendentes como las vertidas por George Leonard, autor profesional que había trabajado para varias dependencias del gobierno, en su libro Somebody Else is On the Moon (Hay alguien más en la Luna), el resultado de un análisis minucioso de las miles de fotografías de la superficie lunar tomadas por la NASA. La teoría de Leonard era que la Luna estaba habitada por una raza inteligente de origen extrasolar cuyas actividades eran claramente visibles a los instrumentos de nuestros astrónomos... actividades que fueron la razón verdadera de la "carrera por alcanzar la Luna" en los años '60.
Las fotos, según Leonard, presentaban evidencia borrosa de enormes dispositivos de excavación extraterrestre de hasta cinco millas en diámetro, así como otros aparatos que supuestamente circulaban en la superficie lunar. Las más impresionantes de estas estructuras eran las enormes "torres" que parecían proyectar sombras cuya extensión se medía en millas. Las torres parecían estar compuestas de un material completamente ajeno a la roca lunar que les rodeaba. "La Luna está firmemente bajo el control de quienes la ocupan", escribió Leonard en su obra. "Su presencia es visible por doquier: en la superficie, en la cara visible y en la cara oculta, en los cráteres, en los mares y en los altiplanos. Están cambiando la faz de la Luna. La sospecha o el reconocimiento de ello fue lo que disparó los programas de exploración rusos y estadounidenses, que más que competencia, parecen una cooperación desesperada".
Otras notas periodísticas se concentraron en aspectos igualmente controvertidos e igual de difíciles de verificar, como la enorme discrepancia entre las edades de las distintas rocas lunares recolectadas en distintas partes del satélite – aspectos tratados exhaustivamente por el astrónomo Don Wilson en sus libros Our Mysterious Spaceship Moon (NY: Dell, 1975) y Secrets of Our Spaceship Moon (NY: Dell, 1979). La tesis de Wilson se relacionaba con la posibilidad, señalada por el astrónomo Gordon McDonald en 1962, de que nuestro satélite fuese un cuerpo completamente hueco, dada la densidad reducida de su interior. Dada la imposibilidad de tener cuerpos celestes huecos, los rusos Vasin y Scherbakov lanzaron la intrépida hipótesis sobre el origen artificial de la Luna.
Para finales de la década de los '70, la fiebre producida por las anomalías lunares había menguado considerablemente y no volvió a comentarse nada sobre ellos hasta 1996, cuando el investigador Robert Hoagland presentó una serie de fotografías altamente curiosas en una conferencia celebrada en el National Press Club de la ciudad de Washington, D.C.Agrupados bajo el nombre Enterprise Mission, el ex-piloto de pruebas Ken Johnson de la NASA, los geólogos Ron Nicks y Brian Moore y el mismo Hoagland indicaron que muchas de la fotos lunares tomadas por la misión Apolo 12 indicaban peculiaridades que jamás habían sido tomadas en cuenta: estructuras casi sacadas de la fantasía con nombres como "el palacio de cristal" (fotografiado a una altura de 15 millas sobre la Luna cerca del cráter Hyginus) y "el Castillo" – una enorme estructura vítrea flotando sobre la superficie lunar a más de nueve millas de altura. Los comunicados de prensa emitidos por la Enterprise Mission por Internet y otros medios apuntaban: "Estas películas oficiales de la NASA, analizadas por un espacio de cuatro años con tecnología que no existía hace 30 años, cuando se tomaron las originales, representan prueba innegable de la existencia de estructuras artificiales de gran antigüedad en la Luna". Fuente: Scott Corrales

No hay comentarios:

Publicar un comentario